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SILENCIOS ESTEREOFÓNICOS

Orgulloso Caifán de tres décadas en el laboratorio político nacional
Félix Morriña

Este día volví a sentirme orgulloso de lo que soy: un Caifán en la tierra de los dinosaurios. Este día fui de nuevo ese periodista que había olvidado la motivación del día a día, con las “Noticias del imperio”, como diría el maestro Fernando del Paso. Este día volví a escuchar a “Esa banda nombrada Caifanes” (Xavier Velasco dixit en su primer libro) como hacía mucho tiempo no sucedía. Este día, lentamente mojé orgulloso mis labios con ginebra mientras redactaba esta entrega. Este día, volví a ser ese hombre que todos extrañan. ¡Esos todos, son ustedes!
Hoy volví a sentir correr la sangre por mis venas, tras convivir, compartir la mesa con mis antiguos maestros, guías, tutores y ex jefes laborales, pero sobre todo amigos, colegas y simpatizantes. No pensé tenerlos juntos en la mesa, toda vez que sus agendas, sus pesares fisiológicos-filosóficos y sus deberes no se los permiten a menudo. Fue grato almorzar largo rato en el restaurante Biarritz de Toluca con Humberto Musacchio, José Reveles, Jorge Meléndez Preciado y Rocha, el famoso cartonista político.
Cuando veo a Musacchio, mi ex jefe en la extinta revista Mira, cuando era director Miguel Ángel Granados Chapa (en paz descanse), recuerdo con la virilidad del otrora joven entusiasta, aguerrido y transgresor que era, la letra de “Amanece” (“Nunca nadie me podrá parar, sólo muerto me podrán callar/ Nunca nadie me podrá parar, sólo muerto me podrán callar. / Es a veces que veo todo gris/ y me cuesta despertar/ La neurosis no se alejará,/ pero nunca dejaré de tocar”). En esos tiempos, a principios de los años 90, Caifanes lo era todo para muchos de nosotros, porque en verdad nos representaban a cabalidad.
Al ver al veterano camarada Jorge Meléndez Preciado, no puedo evitar rememorar las veces que me dio posada en su casa de Coyoacán, cuando su hijo, el apreciado maestro de la lente, el excelente fotógrafo Alejandro “Melón” Meléndez, me invitaba a beber por días, semanas en bares del Centro “Histérico” antes de llegar a su morada. Justo ahí dejé como a la difunta infanta Paulette Gebara Farah (con el debido respeto), mis adorados lentes multifuncionales entre el colchón, las sábanas, cobijas y restos de botellas vacías (¡of course!), sin que jamás los encontrara.
Con Alex Meléndez no sólo es una rola de Caifanes, sino muchos conciertos de ellos en diferentes foros de todos los olores y tamaños, pero si se tratase de escoger alguna rola ahora que el grupo festeja 30 años de existencia y que lo festejan con una gira por todo el país y que toca suelo toluqueño el próximo sábado 29 de abril, puedo decir que “Perdí mi ojo de venado” queda a la perfección, por mis lentes y el tributo ofrendado, por mis vida emocional-sentimental, por mi aventurera vida y por la vida espiritual que mis abuelas y madre inculcaron.
(“Perdí mi ojo de venado/ nadie me va a proteger/ Vuelo mi cuerpo entre tinieblas/ doña macabra viene a ver./ Por las noches me platica de la magia de la soledad/ Me congela las orejas/ Creo me quieren llevar./ Hazme una limpia por favor/ amor,/ Despójame de todo mal carnal,/ Quiero mi ramo por favor amor,/ antes que yo te queme a ti, a ti”).
Platicar con José Reveles es un agasajo para todo periodista, y para quienes no lo son, es una enciclopedia andando. Con él pienso en varias rolas de Caifanes, desde “No dejes que” hasta “Los dioses ocultos”, pasando por “De noche todos los gatos son pardos”, porque los libros del maestro son verdaderas investigaciones sobre el crimen organizado con altas dosis de narcotráfico, corrupción, impunidad y toda la mierda que sale por doquier de esta podrida nación. Les dejo la tarea de cantarlas por mí.
Sorbo café tras café hasta sentir caluroso sudor de muerte. La presión se eleva, juego con la taquicardia, siento ese miedo de resacas interminables cuando dolores de parto vienen a mí en esos hoteles de lujo donde pensé varias veces morir por los excesos. Recuerdo con pasión y ausencia de Alma, esos momentos donde sientes muerte, pero mínima vida en cada respiro. Recuerdo cuando mi adorada “París-Londres” se asustaba, a veces se aterrorizaba y luego se jactaba de salvarme con sus finas atenciones en esos espacios de confort.
Tras ese momento de crisis matutina con café “Abuelo” del Biarritz (muy recomendable para cafeteros exigentes), sin haber bebido las noches anteriores (cuidé de Nina como buen padre), volteo y tengo la oportunidad de charlar con el maestro Gonzalo Rocha González sobre el “periodismo ilustrado”, sus cartones y las veces que los políticos desean desaparecerlo. Para Rocha, como todos lo conocen, me siento cómodo cantar a grito abierto “Cuéntame tu vida”.
Este día soy ese orgulloso Caifán de tres décadas de trayectoria en el laboratorio político nacional. Este día fue grato conversar, convivir con estos cuatro fantásticos del periodismo nacional, quienes vinieron al Congreso mexiquense para dar cátedra de su vida y experiencia, pero este “servibar y amigo” tuvo oportunidad de entrevistarlos sobre el proceso electoral que vivimos en el Estado de México, con miras al 4 de junio, día en el que elegiremos al siguiente hombre y/o mujer que se siente en la silla de Lerdo. Ese ser tiene mucho que arreglar, tiene mucho por hacer en este laboratorio político nacional que es la tierra mexiquense, con miras al próximo proceso electoral presidencial del 2018.
Este día, empiezo a contar las horas para vernos de nuevo querido Sabo Romo (bajo), Alfonso André (batería), Diego Herrera (teclados) y Saúl Hernández (voz y guitarra). Nos vemos el próximo sábado 29 de abril en el estadio de béisbol de la capital mexiquense a partir de las 20 horas, donde celebraremos en grande las tres décadas de vida de este grupo nodal en la historia del rock mexicano. ¡Allá nos vemos Caifanes para celebrar la historia, “Antes de que nos olviden”!

fmorrina@yahoo.com.mx
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