CONCIERTO PARA DOS MANDOLINAS DE VIVALDI

Los dos conciertos que Vivaldi escribió para este instrumento (sin contar el concierto “per molti strumenti” RV 558, en el que Vivaldi escribe una parte para dos mandolinas), en calidad de maestro de música en el orfanato de las jóvenes venecianas, son uno de los más altos ejemplos de la genialidad de este gran compositor italiano.

Al escribir el Concierto Do mayor para una mandolina y orquesta, y el Concierto en Sol mayor para dos mandolinas y orquesta, Vivaldi se acerca a un instrumento totalmente nuevo, para el cual muy pocos compositores antes de él habían escrito una música que no fuera popular.

Dicho en otra forma, Vivaldi no tenía una tradición sólida y estructurada a la cual poder mirar, no tenía ejemplos o modelos que podía estudiar y seguir como lo había hecho con el violín o el oboe.

 

Vivaldi se acerca a la mandolina con extraordinaria inteligencia, logrando entender inmediatamente sus cualidades y sus límites, estudiando con paciencia su sonido metálico y frágil, sus colores agudos y delicados y sus armónicos.

El resultado de este «acercamiento» es excepcional, como demuestra el Concierto para dos mandolinas en sol mayor RV 532, justamente una de las obras más conocidas del repertorio vivaldiano. Como en todos sus conciertos, el compositor abre el primer movimiento con un estribillo ágil, brillante, luminoso, casi monumental que envuelve y atrapa inmediatamente con su contagiosa energía.

Las mandolinas entran al terminar el tema de la orquesta realizando un hermoso diálogo musical: la segunda mandolina repite los temas de la primera, uniéndose solo al final de cada “estrofa” en un “crescendo” que abre las puertas al estribillo. Y así, Vivaldi nos va llevando de la mano, entre estribillos y refinados diálogos entre las dos solistas.

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