A continuación cinco cosas que hay que saber sobre la pandemia en Estados Unidos.

El coronavirus mató a más de 1 millón de estadounidense, alrededor de una persona de cada 330 en el país: una de las tasas de mortalidad más elevadas en los países desarrollados (contra alrededor de 1 cada 379 en el Reino Unido o 1 cada 455 en Francia).

En total, más de 203,000 niños perdieron a un padre o una persona a su cargo en Estados Unidos, según un estudio que resalta el «profundo impacto» de la pandemia en la juventud estadounidense.

En lo más fuerte de la ola Ómicron, el país registró más de 800,000 casos diarios en promedio, para un total de más de 82 millones de contagios. Pero esa cifra está probablemente subvalorada, debido en parte a la falta de pruebas disponibles al inicio de la pandemia y el éxito de las autopruebas ahora, que no son sistemáticamente reportadas a las autoridades.

Si la pandemia golpeó primero al oeste de Estados Unidos, Nueva York, capital cultural del país y centro mundial situado en la costa Este, recibió luego de lleno el impacto del virus.

La ciudad que nunca duerme pasó a ser una urbe muerta, con sus difuntos apilados en camiones frigoríficos y arterias desiertas. Los habitantes más acaudalados la abandonaron, mientras los menos privilegiados se confinaban.

La Gran Manzana, que sigue traumatizada, suma hasta la fecha más de 40,000 muertes de Covid-19, la mayor parte durante la primera ola en la primavera de 2020.

Criticado por su lenta reacción y la manera en que minimizó en un inicio la amplitud de la catástrofe, el expresidente Donald Trump contribuyó luego al desarrollo de una vacuna al lanzar la iniciativa «Warp speed».

Esta operación consistió en inyectar miles de millones de dólares de dinero público en la investigación de una vacuna, permitiendo a las empresas farmacéuticas llevar a cabo sus costosos ensayos clínicos.

El resultado fue que las primeras vacunas -de Pfizer-BioNTech y Moderna- fueron autorizadas de emergencia por la agencia estadounidense de medicamentos a mediados de diciembre, es decir menos de un año después de que se hubieran dado a conocer los primeros casos en China.

En Estados Unidos, país muy polarizado, pocos temas sociales han dividido tanto como las mascarillas o las vacunas.

Entre los progresistas que defienden la distancia física, los tapabocas y las inyecciones, y los conservadores que rechazan toda intrusión de las autoridades en sus libertades individuales, la batalla alcanzó la cima del Estado, con un Trump que a duras penas aceptaba ponerse la mascarilla y un Joe Biden campeón de la vacunación.

De las escuelas a los aviones, pasando por los comercios, el asunto de la mascarilla provocó numerosas disputas, llegando incluso en ocasiones a disparos.

En el último episodio a la fecha, un juez de Florida nombrado por Trump levantó en abril la obligación de llevar el tapabocas en los transportes públicos, una decisión apelada por el gobierno.

La tasa de contagio en Estados Unidos está volviendo a subir, posiblemente por causa de subvariantes de Ómicron.

Mientras bajó hasta los 25,000 casos cotidianos en marzo, el país registra ahora un promedio de unos 78,000 casos en siete días, según la principal agencia sanitaria estadounidense.

AFP