LA RENUNCIA DE RENÉ JUÁREZ Y EL CAMBIO DEL PRI

*La renuncia de René Juárez y el cambio del PRI

*Se piensa incluso en su desaparición como partido
*Para dar paso a la creación de un partido de centro
*Frente a izquierdas, derechas y… MORENA


Luis Alberto Rodríguez

La esperada renuncia de RENÉ JUÁREZ CISNEROS a la dirigencia nacional del Partido Revolucionario Institucional, tras dos aciagos meses en los que no logró sacar al candidato presidencial de ese partido de un lejano tercer puesto en las preferencias electorales y que conservó hasta los resultados de la elección del 1 de julio, ciertamente abre para ese partido un impasse de obligada reflexión que, se adelanta, podría llegar hasta la decisión de su desaparición del concierto político del país.

Si bien la renuncia del dirigente posiblemente obedezca a su pretensión supuesta de erigirse en “coordinador” del magro grupo parlamentario priista que actuará en la siguiente Legislatura Federal, lo cierto es que políticamente se interpreta como la consecuencia obligada de la derrota del partido.

Bien contemplada, la enorme mayoría de los más de 30 de los 55 millones de mexicanos que participamos en la elección presidencial el 1 de julio y dieron su voto a favor del candidato del partido MORENA, fueron la expresión de un hartazgo social e inconformidad por las condiciones negativas que prevalecen en el país en materia de inseguridad, desigualdad y, sobre todo, corrupción, de la cual el PRI se convirtió en sinónimo generalizado.

La voluntad mayoritaria de un cambio sustantivo de esas y otras condiciones negativas fue la que se expresó en las urnas electorales, no tanto a favor de un partido incipiente como lo sigue siendo MORENA, sino de su candidato que durante más de 18 años ha estado presente en la palestra electoral con un discurso anti sistémico y radical en sus críticas de las actuaciones de las cúpulas gobernantes a las que reiteradamente se refería peyorativamente como “la mafia en el poder”, definiciones que gustaron al oído popular.

El voto mayoritario también entraña una crítica severa a la actuación de los partidos políticos como tales, que más que expresiones ideológicas de partes -de ahí su definición- de la sociedad se convirtieron en cotos privados de minorías supuestamente dirigentes a favor de intereses particulares o coyunturales de grupo, que absorben además enormes cantidades de recursos públicos sin clara justificación.

De ahí que la promesa del gobierno entrante que encabezará ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR de instaurar en nuestro país una verdadera democracia, debe partir de una reforma profunda del maltrecho sistema de partidos -incluido MORENA- en la que esas formaciones políticas sean auténticas expresiones organizadas y representativas de partes de la sociedad mexicana.

Ante esa necesidad, los mismos partidos políticos ahora registrados -incluido MORENA- deberán asumir, desde este mismo periodo de transición gubernamental, un ejercicio profundo de reflexión en cuanto a su papel permanente en la sociedad y sus aportaciones reales a la prevalencia de la democracia en México.

Especialmente el PRI, como lo recomienda JUÁREZ CISNEROS, debe asumir una profunda reflexión, incluso más allá “del tamaño de su derrota” y plantearse alternativas no solamente de una pretendida “refundación” o hasta cambio de nombre, sino inclusive de su desaparición, para dar paso a que las fuerzas que representa su compleja y numerosa militancia se reorganizarán al grado -como ya se percibe- de la creación de un nuevo partido cuya definición fuera la de un Partido de Centro, frente a las alternativas de partidos de izquierda o derecha que también deberían configurarse.

Ya al interior de los otros partidos que como el PAN y el PRD resultaron disminuidos o cuestionados en su actuación en las recientes elecciones, se plantea también una transformación profunda e inclusive, como en el caso del segundo mencionado, su desaparición.

Pero sobre todo el partido MORENA, como tal, deberá iniciar también una reflexión acerca de si continuará como la formación política en torno a un solo hombre como la sido AMLO ó en lo subsecuente en torno al Presidente de la República, con lo cual inauguraría un nuevo tipo de presidencialismo con partido dominante, como antaño lo representara el PRI,  asumirá su definición como partido auténticamente de izquierda, como algunos lo proclaman, con las consecuencias ideológicas o políticas que de ello se deriven.

En cuanto a las derechas, también habrá de definir si el PAN seguirá como el partido que las represente y si los cambios de dirigencias que tiene ese partido a la vista no serán motivo de una mayor fragmentación y enfrentamiento.

Respecto al PRI, en su reflexión deberá por fin solucionar la flagrante paradoja que sus siglas entrañan en cuanto a los conceptos muchas veces antagónicos de Revolucionario e Institucional, pues los valores de la revolución mexicana han sido ya decantados durante más de un siglo y en cuanto a lo institucional, queda por verse si ante el manejo que el nuevo gobierno haga de las instituciones, como oposición minoritaria, estará acorde.

De manera que como nunca antes, el presente periodo de transición entre los gobiernos entrante y saliente estará caracterizado por el surgimiento de profundas definiciones que seguramente marcarán las pautas de la esperada transformación que la voluntad mayoritaria exige y continuará reclamando. Atención.

 

 

 

 

 

 

Related post

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *