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¿REVIVE AMLO EL VIEJO CENTRALISMO POLÍTICO?

*¿Revive AMLO el viejo centralismo político?

*Con la creación de “coordinaciones” en los estados

*Como gobiernos paralelos a los estatales

*Y con la sumisión flagrante de la CONAGO

Luis Alberto Rodríguez

Aunque haya obtenido el aparente “consenso” de la mayoría de los gobernadores que integran la CONAGO (Conferencia Nacional de Gobernadores) durante la reciente reunión que con ellos sostuvo  -desde luego derivado del contundente triunfo electoral del que actúa ya como virtual Presidente de la República electo-, existen explicables, aunque soslayadas dudas acerca de la determinación que anunciara ANDRES MANUEL LÓPEZ OBRADOR respecto a desaparecer las delegaciones de las diferentes dependencias del gobierno federal en los Estados del país y en su lugar crear “coordinaciones” en las mismas entidades, desde las cuales se canalizarían se entiende, los recursos y programas que desde la federación hacia ellos se canaliza, pero a través de una sola figura política en cada entidad representada por esos coordinadores.

Es un tanto endeble el argumento del presidente virtual de los mexicanos en cuanto a que la motivación principal de esa medida sea tan sólo la de reducir el gasto público que representan esas numerosas delegaciones federales en los estados, porque en la realidad política tales coordinaciones se interpretan ya como la creación de una suerte de gobiernos paralelos en los estados, donde desde luego el verdadero poder lo ejercerían no tanto los gobernadores, en quienes se encarna propiamente el principio de autonomía en nuestro aún vigente pacto federal, es decir republicano, sino preponderantemente las referidas coordinaciones, encabezadas, como anunció, por personeros de su entera confianza y desde luego designados por él.

En términos llanos, se teme, se trata simplemente de que el gobierno federal que encabezará AMLO, mediante esa “innovadora” figura, se convierta en la práctica en gobernante omnímodo, no tan sólo del ámbito federal, sino tácitamente en la totalidad de las entidades federativas, para así trastocar la tradicional autonomía de los estados en que se base la esencia del federalismo mexicano.

Una República federal es aquella en la que un número de circunscripciones constituidas de manera autónoma aceptan libremente unirse para en conjunto formar  un Estado Federado o Federación, que como lo define Rafael De Pina en el Diccionario de Derecho (37 edición, Porrúa, 2008) es la “Organización estatal, representativa del más alto grado de descentralización en el cual, el territorio nacional se encuentra dividido en circunscripciones autónomas constitutivas de los Estados particulares, formando parte de una realidad política superior, la federal, cuya competencia, en relación con esta, se encuentra fijada en la Constitución general. En el Estado federal, el poder político se desdobla, funcional y territorialmente, en dos direcciones, como poder federal y como poder de las diferentes entidades federativas. En él, junto a los poderes legislativo, ejecutivo y judicial federales, existen los correspondientes poderes legislativos, ejecutivos y judiciales de los Estados de la Federación”.

Asimismo, la Enciclopedia Jurídica Mexicana (Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2009) “en el Estado Mexicano es primordial que las decisiones fundamentales entre la Federación y las entidades federativas coincidan, sean las mismas, tal y como la propia norma de normas lo indica. Este principio circunscribe el sistema, y hace resaltar el carácter republicano del país”.

Más allá de las definiciones jurídicas, es claro que en el ámbito político, con esa medida, el entrante gobierno de AMLO perfila ya una relación de supremacía basada no solamente en las mayorías que obtuvo su partido, MORENA, en la mayor parte de las legislaturas estatales y el Congreso Federal, sino en la creación de estructuras administrativas que se impongan, desde el ámbito federal que presidirá, por sobre las decisiones de los gobiernos estatales.

Un claro ejemplo de ello lo será en breve el Estado de México, donde llama la atención la decisión de AMLO de imponer en la dicha coordinación de la totalidad de las dependencias federales ni más ni menos que a la recientemente electa senadora DELFINA GÓMEZ, a quien se recuerda por haber disputado estrechamente la gubernatura al actual gobernador ALFREDO DEL MAZO MAZA. Aún antes de tomar el poder, LÓPEZ OBRADOR impone una decisión sobre el Legislativo representado en el Senado.

Aún cuando la relación fiscal entre la federación y los estados se mantenga para definir los presupuestos de las entidades, que como se sabe dependen en más del 80 por ciento de los recursos que les asigna el gobierno federal, es claro que con esa figura de las coordinaciones, los programas estatales que dependan de recursos federales, como son la mayoría, tendrán que negociar el flujo de recursos con los o las coordinadoras y asimismo los programas federales que directamente llegan a los estados de la misma manera estarán condicionados.

En una palabra, la vieja confrontación entre centralismo y federalismo que se dio en el siglo XIX, después que la monarquía española otorgó a México independencia con soberanía y libertad, se reaviva ahora para imponer abiertamente al Gobierno Federal, ya sin simulaciones, como un poder centralizador de recursos hacendarios, en vez de constituirse en un equitativo distribuidor de facultades jurídicas e ingresos fiscales para los Estados de la República, como fuera el ideal del federalismo.

De esta manera, los gobernadores de las entidades “libres y soberanas” volverán a ser, como dijo el diputado HERIBERTO JARA en la tribuna del Congreso Constituyente de 1917 como esos niños inocentes que esperan con ojos lastimeros y mano tendida a que “su papi” –en el caso el Presidente de la República-; tenga a bien darles el “domingo” semanal.

Ciertamente el centralismo funcional muchas veces ha prevalecido en el país, pero ahora, al parecer con el arribo del nuevo gobierno que encabezará AMLO esa relación se impondrá de manera omnímoda.

Contrarrestar esa relación requeriría la unidad de los gobernadores -y de los ciudadanos, sin distinción de partidos políticos- para hacer efectivo el llamado pacto federal, indudable sustento de nuestra preciada nacionalidad.

Pero la sumisión mostrada en su reciente reunión con AMLO de los integrantes de la Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO), va en sentido contrario. ¿A dónde vamos?

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